El dolor es un sentimiento -desagradable- que todo el mundo experimenta en algún momento de su vida. Está el dolor físico. Que duele, puede incluso hasta rasgarte el organismo, puede hacerte boquetes corporales, heridas, sacarte sangre de manera involuntaria, y hasta puede provocarte la muerte, esto ya en situaciones muy graves. Y luego, paralelamente está el dolor espiritual, o psicológico. Ese no duele, ese desgarra. Te va vaciando poco a poco. Vacia tu felicidad, tus ganas de vivir, de gritar, de correr, de llorar de alegría, de reir, de hablar, de cantar, de bailar, de andar, de salir... Vacia todas tus capacidades y facultades. Y siempre queda ese angustioso vacío. El que te deja el dolor espiritual. Pero y como consecuencia a este dolor, está el sentido de la vida. El que cada uno le da según sus necesidades y dolores. Los pequeños detalles, y las grandes personas son las que te hacen salir de ese gran pozo de dolor espiritual, y poder alcanzar, incluso, la máxima felicidad, aunque solo sea por un corto periodo de tiempo.
Y contrariamente, siempre nos quedarán algunos filósofos que nos advierten que a este mundo, se viene a sufrir por encima de todo.
Y contrariamente, siempre nos quedarán algunos filósofos que nos advierten que a este mundo, se viene a sufrir por encima de todo.
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