Octubre de 1999
Comenzaba el principio del fin. Dejaba atrás larguísimos años de risas, lloros, alegrías, tristezas, momentazos, profesores, alumnos, exalumnos, broncas, sonrisas... Poco tiempo después partiría rumbo Dublín.
Dublín...aquella ciudad llena de un cielo grisáceo, con lluvias continúas. Como a él le gustaban. No sabía como sería su estancia, ni tan siquiera su llegada.
Sabía que iba a una cosa, y era a cambiar su vida por completo.
Cogió su último pantalón del segundo cajón del armario empotrado que tenía en aquella habitación con un color de pared gris oscuro, lo metió en la maleta marrón y la cerró, a presión, para variar. Su bandolera albergaba su mejor deseo, una cámara reflex, pues vivía por y para la fotografía.
Miró por última vez todos y cada uno de los recobecos de su habitación, en la que había pasado momentos preciosos. Todas aquellas fotos colgadas en la pared, con las esquinas despegadas, y medio descoloridas por el paso de nuestro mayor enemigo, el tiempo.
Por última vez, miró su reloj, era hora de irse, 08:07 am. El avión partía a las 10:45 am.
Cogió un bus, sí, de los rojos, de esos de la EMT que no volvería a ver en mucho tiempo. Miraba a todos los pasajeros, pues normalmente solía ver a gente conocida. Al final de su recorrido llegó porfin al aeropuerto. Lleno de gente. Facturó sus maletas. Tomó un café y embarcó.
Tras un largo pero efímero tiempo en el avión, llegó. Cogió sus maletas, y rumbo a la residencia Emerald Cultural Institute encontró de camino a un grupo de jóvenes, parecían perdidos, como él. Se dispuso a hablar con ellos.
[...]
Noviembre de 1999
Semanas después, tras pasar todos los días con susodicho grupo, la relación que les unía era bastante buena. Compartían casi las 24 horas de las que constaba el día, se habían cogido aprecio.
En aquella academia de Investigación había bastante gente. A Alejandro le gustaba perderse por los pasillos, siempre veía alguien nuevo. Le gustaba salir al campus, un largo césped, pero bien cortado, fresco, y un verde que daba gusto. Allí pasaba largos descansos entre clase y clase, los cuales aprovechaba para tomarse alguna manzana y repasar el temario ya dado. Era aplicado en sus estudios.
Diciembre de 1999
El mes anterior, había conocido a Alisson, una joven de 20 años, como él. Era morena, pelo rizado, alta, tenía sus curvas, y en cuanto a la manera de vestir, era un tanto peculiar. Alejandro y Alisson desde el primer momento supieron que podrían llegar a ser grandes amigos. No dudaron en aprovechar el tiempo de descanso para conocerse mejor. Alisson había vivido en España dos años, conocía el idioma perfectamente, no obstante, hablaban en inglés. Tenía una hermana de 4 años, Path, y sus padres estaban separados. Su padre tenía problemas con el alcohol, y Alisson y su hermana no habían tenido una buena infancia. Alejandro se sentía algo identificado con su historia.
(continuará)
Comenzaba el principio del fin. Dejaba atrás larguísimos años de risas, lloros, alegrías, tristezas, momentazos, profesores, alumnos, exalumnos, broncas, sonrisas... Poco tiempo después partiría rumbo Dublín.
Dublín...aquella ciudad llena de un cielo grisáceo, con lluvias continúas. Como a él le gustaban. No sabía como sería su estancia, ni tan siquiera su llegada.
Sabía que iba a una cosa, y era a cambiar su vida por completo.
Cogió su último pantalón del segundo cajón del armario empotrado que tenía en aquella habitación con un color de pared gris oscuro, lo metió en la maleta marrón y la cerró, a presión, para variar. Su bandolera albergaba su mejor deseo, una cámara reflex, pues vivía por y para la fotografía.
Miró por última vez todos y cada uno de los recobecos de su habitación, en la que había pasado momentos preciosos. Todas aquellas fotos colgadas en la pared, con las esquinas despegadas, y medio descoloridas por el paso de nuestro mayor enemigo, el tiempo.
Por última vez, miró su reloj, era hora de irse, 08:07 am. El avión partía a las 10:45 am.
Cogió un bus, sí, de los rojos, de esos de la EMT que no volvería a ver en mucho tiempo. Miraba a todos los pasajeros, pues normalmente solía ver a gente conocida. Al final de su recorrido llegó porfin al aeropuerto. Lleno de gente. Facturó sus maletas. Tomó un café y embarcó.
Tras un largo pero efímero tiempo en el avión, llegó. Cogió sus maletas, y rumbo a la residencia Emerald Cultural Institute encontró de camino a un grupo de jóvenes, parecían perdidos, como él. Se dispuso a hablar con ellos.
[...]
Noviembre de 1999
Semanas después, tras pasar todos los días con susodicho grupo, la relación que les unía era bastante buena. Compartían casi las 24 horas de las que constaba el día, se habían cogido aprecio.
En aquella academia de Investigación había bastante gente. A Alejandro le gustaba perderse por los pasillos, siempre veía alguien nuevo. Le gustaba salir al campus, un largo césped, pero bien cortado, fresco, y un verde que daba gusto. Allí pasaba largos descansos entre clase y clase, los cuales aprovechaba para tomarse alguna manzana y repasar el temario ya dado. Era aplicado en sus estudios.
Diciembre de 1999
El mes anterior, había conocido a Alisson, una joven de 20 años, como él. Era morena, pelo rizado, alta, tenía sus curvas, y en cuanto a la manera de vestir, era un tanto peculiar. Alejandro y Alisson desde el primer momento supieron que podrían llegar a ser grandes amigos. No dudaron en aprovechar el tiempo de descanso para conocerse mejor. Alisson había vivido en España dos años, conocía el idioma perfectamente, no obstante, hablaban en inglés. Tenía una hermana de 4 años, Path, y sus padres estaban separados. Su padre tenía problemas con el alcohol, y Alisson y su hermana no habían tenido una buena infancia. Alejandro se sentía algo identificado con su historia.
(continuará)
me gusta mucho laura! sigueeee!!! jajjaja Teresa :)