Y ya cuando pensabas que te estabas amoldando a la nueva realidad, a lo que pensabas que iba a ser apartir de ese momento, y de lo cual te estabas cansando nada más comenzar, aparece algo, una situación, unas personas, un nosequé que lo cambia todo. Pero lo cambia y tú te sientes feliz por ello, es decir, sientes eso que hace tiempo que no sentías, te sientes agusto contigo misma, y no solo eso, sino que haces sentir agusto a los demás. Crees que puedes con todo, y a eso yo le llamo felicidad; felicidad de querer y poder, de hacer, de pensar, de amar, de querer seguir adelante, de darlo todo por algo/alguien, de soñar, y sobre todo, de querer vivir al máximo el momento, sin preocuparte de esa espina que siempre puede aparecer para cambiarlo todo, sin preocuparse por el mañana.
Es entonces cuando empiezas a ver las cosas de manera distinta, te das cuenta de que has sido demasiado bueno para algunas cosas, y demasiado malo para otras. De que has prestado demasiada atención a cosas y personas que no la necesitaban, y de que tienes otras cosas (y personas) de las que preocuparte más. También percibes los valores que has tenido escondidos a un segundo plano, de otra manera distinta, incluso descubres nuevos valores, que antes eran nulos.
Y puede ser que todo eso acabe, pero para ese momento, está todo lo sembrado durante ese periodo de felicidad, para que cuando te sientas mal, por cualquier tontería, recojas lo que antes sembraste, y esa felicidad dure y perdure…para siempre.
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